CONSEJOS MÉDICOS QUE NO DEBERÍA DARTE YO, SINO LAS AUTORIDADES SANITARIAS; PERO QUE TE LOS VOY A DAR YO PORQUE LAS AUTORIDADES SANITARIAS NUNCA SE ATREVERÍAN A INDISPONERSE CONTIGO NI, SOBRE TODO, CON TU VOTO.
Me vas a permitir, lector, por la confianza que me tienes y te tengo, que exponga unos consejillos para cuando debas consultar a un médico. Y no te tomes a mal mi perorata, pues me consta que hablo para gente civilizada. Y como a mí me gusta tirar de retranca cuando quiero explicar ciertas cosas, aquí te dejo, con respeto y con cariño, 16 verdades del barquero:
1º: Salvo urgencia o emergencia, es bueno acudir al médico con cita previa. ¿Se te ocurriría a ti, lector, presentarte en el aeropuerto y exigir que te suban en un avión sin haber sacado antes un billete? Y a la consulta de tu médico ¿sí te parece bien?
2º: Es costumbre iniciar la entrevista clínica contándole a tu médico los síntomas y el problema a solucionar. Comenzar la entrevista indicándole a tu médico la enfermedad que tú crees tener, o el tratamiento que debe prescribirte, o la baja que debe darte, es algo irracional. Un ejemplo: si a tu domicilio, lector, acude un técnico para arreglarte el aire acondicionado, ¿le vas explicando tú los pasos a seguir, o le dejas hacer su trabajo? Pues con tu médico, igual.
3º: Decirle al médico que es un cabrón, o lanzarle un florero a la cabeza, puede descentrarlo un poco. En esta situación es posible, incluso, que no te atine con el diagnóstico.
4º: Aunque te parezca increíble, amigo lector, existen infinidad de enfermedades que un médico puede diagnosticar tan sólo con lo que tú le cuentas y con la exploración que él te hace en la consulta. Te digo esto buscando tu bien: no siempre hace falta un análisis, un TAC o una resonancia. Por eso afirmaba Marañón que el único instrumento imprescindible para pasar consulta es una silla.
5º: Los “chequeos” anuales en personas sanas no sirven para nada, salvo para alarmar innecesariamente al paciente con falsos positivos. Pocas excepciones hay a esta regla general: mamografías, citologías, sangre oculta en heces, etc… E incluso ya hay estudios muy recientes que ponen en entredicho algunas de estas mencionadas campañas sanitarias.
6º: Las radiografías no son curativas. Si ya sabes que tienes una artrosis de columna, o de cadera, o de rodilla… ¿para qué esa insana insistencia en irradiarte una y otra vez? Créeme, lector: el cáncer que puedes agarrar por irradiarte es mucho más peligroso que la artrosis que padeces.
7º: Las analíticas tampoco son curativas. Si te hartas a diario de cubatas y cerveza, ¿a qué venir cada dos meses a pedirme una analítica? ¿Para saber el momento exacto en que te empieza la cirrosis? ¿Para irte inscribiendo ya en la lista de espera de un trasplante de hígado? Mejor deja de beber y se acabarán tus preocupaciones.
8º: Los valores de las constantes vitales y de los parámetros clínicos que pedimos en las analíticas no los escoge a capricho cada ciudadano, sino que oscilan en un rango que el médico conoce por su profesión. Ha costado siglos que la ciencia determine esos valores para que ahora vengas tú, querido lector, y “democratices” su uso a tu gusto. ¿Qué es eso de que 37º C es fiebre para ti, pues tu temperatura normal es de 34? ¿Qué es eso de que 120/70 es una tensión alta para ti, que siempre tienes 100/50? ¿Qué es eso de que 300 de colesterol es poco para ti, pues lo sueles tener en 400? Si los valores de las constantes vitales fuesen “a la carta” para cada ciudadano no habría cabeza humana que pudiera estudiar la carrera de medicina.
9º: Los mareos “de las cervicales” son una leyenda urbana. No me insistas más en ello, por favor. Y no, querido lector. Te he dicho mil veces que no hay medicinas útiles para la calvicie. El día en que veas pelos en la cabeza de Julio Iglesias, ven a mi consulta a preguntar.
10º: Lo de las “defensas bajas”, a pesar de lo que digan los anuncios de Actimel, es otra leyenda urbana. Salvo que tengas el SIDA, o estés inmunosuprimido tras un trasplante, o te estén administrando quimioterapia por un cáncer, si te encuentras triste y abatido o te resfrías varias veces en el invierno, seguro que no será por tener “las defensas bajas”. Créeme, lector. Te ahorrarás pinchazos inútiles y muchos gastos en polivitamínicos que no sirven para nada.
11º: Si fumas, toserás, escupirás y te resfriarás muchas veces. Eso es un axioma inexorable que ni Jesucristo redivivo te lo va a solucionar. Si fumas, son inútiles los jarabes para la tos y son absurdas las múltiples consultas que me haces para recordarme que no se te quita la tos.
12º: Por cierto, el año pasado no teníamos ningún remedio efectivo para curar los resfriados. Este, tampoco. Los resfriados, casi siempre, se curan solos. Y duran igual con tratamiento que sin él. Y también duran igual acudiendo al médico para que te indique un anticatarral que comprándolo tú directamente en la farmacia.
13º: Por cierto también: tu médico, como ser humano, no es inmune a los virus del invierno. Cuando estés en la consulta explicándole a tu médico el tipo de tos que padeces, no es necesario que se lo demuestres tosiéndole a la cara. Piensa que, cada día de consulta en el invierno, tu médico atiende entre diez a veinte casos de resfriados y de gripes.
14º: “La tiroides” no engorda, ni tampoco engorda “el cambio de metabolismo”. En el 99% de los casos lo que engorda son las aceitunitas que picoteas, la coca-cola que paladeas, la cervecita que bebes, los helados que te zampas, los quesos y las morcillas que engulles, los ataques nocturnos a la nevera y la falta de ejercicio físico. ¿No has notado, lector, que en Somalia y en Etiopía no hay obesos? Pues bien: allí también hay cambios de metabolismo y problemas de tiroides. Lo que no hay es comida.
15º: Si acabas de echar un polvete y aún tienes las piernas temblando, no hace falta que consultes en urgencia para hacerte “la prueba del embarazo”. Más bien, digo yo, pide la píldora postcoital en una farmacia o, mejor aún, utiliza siempre un método anticonceptivo seguro y continuado.
16º: Un último favor, lector: si ya te ha diagnosticado tu peluquero, ahórrate el venir a mi consulta para una segunda opinión. Házsela al frutero de la esquina. Y si ya te has diagnosticado tú a través de Google, ahórrate el venir a mi consulta para una segunda opinión. Házsela a Yahoo!
Y recuerda, amigo lector, que los dos únicos ingredientes obligatorios para que la relación entre el médico y el enfermo sea satisfactoria para ambos son la confianza mutua y el respeto mutuo. Ni más, ni menos.
Siempre a tu servicio.
Firmado:
Juan Manuel Jiménez Muñoz.
Médico y escritor.
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