Durante estos últimos días hemos
hablado de conceptos, algo avanzados, como la infusora de insulina y la
hemoglobina glicosilada sin pensar que hay gente que está empezando a
convivir con la diabetes y necesita alguna información mucho más básica
para empezar a conocer cuáles son los aspectos que deberemos tener más
en cuenta a partir de estos momentos. La diabetes dispone de una
terminología muy amplia, y a veces compleja, que va desde los nombres de
las pruebas que nos realizan, pasando por los fármacos que tomamos y
hasta las complicaciones que podrían llegar a aparecer con el paso el
tiempo.
Por eso mismo, en la entrada de hoy,
queremos mencionar tres de los conceptos que debemos manejar con soltura
para, poco a poco, ir avanzando en nuestro conocimiento y habilidades
con la diabetes.
Pues, sin más demora, vamos a hablar un poco de la glucosa, la insulina y las células beta del páncreas.
1. Glucosa:
Cuando comemos, parte de la comida se
descompone en glucosa (un tipo de azúcar). Este azúcar viaja a través de
la sangre a todas las células del cuerpo, donde se utiliza para obtener
energía. Puesto que el azúcar nos proporciona la energía que se
necesita para vivir de forma saludable, es vital que estemos bajo
control y en los niveles adecuados. Las personas con diabetes tenemos
que ser capaces de trabajar para conseguir este objetivo.
Tener demasiado azúcar en la sangre se llama hiperglucemia, y tener poca se llama hipoglucemia.
2. Insulina:
La insulina es una hormona producida por
el páncreas. Una función clave de la insulina es asegurarse de que los
niveles de azúcar en sangre bajan tras la comida. La insulina baja el
azúcar en sangre ayudando a moverla desde el torrente sanguíneo al
interior de sus células, donde se utiliza como energía. Para las
personas con diabetes, una falta de insulina puede significar que no hay
suficiente azúcar moviéndose al interior de las células para satisfacer
las necesidades de energía del cuerpo.
3. Células beta:
Las células beta son un tipo de células
del páncreas. Su función es producir la cantidad correcta de insulina,
en el momento adecuado, para mantener en la normalidad nuestros niveles
de azúcar en sangre. En personas con diabetes estas células beta están
dañadas o deterioradas y dejan de funcionar e incluso llegan a morir. De
hecho, en el momento en que somos diagnosticados, la mayoría de las
personas con diabetes han perdido ya una parte muy importante de sus
células beta. Esto significa que a pesar de que las células beta
supervivientes deben trabajar mucho más para producir la insulina no
consiguen los niveles que su cuerpo necesita.
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