El negocio de los conocidos como test
de intolerancias a varios alimentos y de quienes los conducen sigue más
vigente que nunca. Ninguno de los test de este tipo sirve para hacer
aquello que sus promotores e ideólogos proponen. Hoy los destriparemos
todos.
Sin entrar en demasiados detalles, casi todo el mundo sabe de la existencia de
esas pruebas que, a través de una muestra de sangre, saliva o pelo, o recurriendo a la casi esotérica
biorresonancia, nos van a descubrir “los alimentos que nos sientan mal”. Todos. Incluido los aditivos.
Ya te hablamos de ello
hace poco en este mismo canal;
las grandilocuentes promesas de curación o alivio de múltiples
cuestiones de salud y la “necesidad” de confiar en quien solo nos dice
aquello que nos gustaría que fuese cierto, sumada a la típica
preocupación (incluso desesperación) de principio de año, tienen
perfectamente abonado el terreno para hacerte picar. Cuentan con ello, y
no se cortan ni un pelo a la hora de usar todo su arsenal con el fin de
derribar las barreras de tu racionalidad: promesas idílicas sí, pero
falsas también. Promesas de todo lo que vas a mejorar, lo que vas a
adelgazar y lo estupendo que te vas a sentir. Adiós a jaquecas,
psoriasis, hinchazón, estreñimiento, fatiga crónica y hasta al dolor de
espalda. Adiós. No, no exagero. Así lo afirman, incluso más. Todo a
cambio de unos pocos euros –a veces no tan pocos-.
Para convencerte usarán una palabrería científico-técnica que te será imposible entender. De hecho, como se trata de un
invento,
no hay nadie que lo entienda, ni tan siquiera los verdaderos
especialistas en intolerancias y alergias. Los especialistas de verdad
coinciden en criticar duramente este tipo de pruebas que carecen del
menor asomo de evidencia científica. A pesar de que la terminología que
envuelve al tinglado con una embriagadora pátina de seriedad te haga
creer lo contrario. Se trata de un montaje bien orquestado.
Entendiendo, de verdad, las intolerancias alimentarias
Para entender de forma sensata las intolerancias alimentarias conviene partir de la clasificación que hace la
Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica
de las diversas reacciones adversas que puede padecer una persona con
la ingesta de alimentos. Tal y como lo expresa dicho organismo (ver
imagen) todas las reacciones adversas pueden dividirse inicialmente en
tóxicas y no tóxicas.
- Las reacciones tóxicas serían aquellas
debidas a la presencia en el alimento de cualquier tipo de toxina, ya
sean de origen bacteriano, vegetal, fúngico, etcétera, y que afectarían a
cualquier persona. Es decir, cualquiera que ingiriera ese alimento
sufriría un menoscabo en su salud o bienestar.
- A su vez, las reacciones NO tóxicas
volverían a subdividirse en reacciones alérgicas y reacciones no
alérgicas. Las primeras serían aquellas en las que la patogenia del
proceso implica la intervención de diversos mecanismos inmunológicos del
paciente. Y las segundas aquellas en las que no se observa en principio
un mecanismo inmunológico (las verdaderas intolerancias). En
estos dos últimos casos, en ambos, hablamos de una susceptibilidad
personal, de forma que el trastorno de salud no dependerá solo de la
naturaleza del alimento (como en el caso de las reacciones tóxicas) si
no que afectará solo a personas predispuestas. A unos sí, normalmente a
un porcentaje de población reducido; y a otros no, en general, a la
mayoría).
- Por último, las ya acotadas como
“verdaderas intolerancias” se subclasifican en intolerancias mediadas
por mecanismos enzimáticos, farmacológicos o indeterminados.
Vale, ¿y como sé si tengo una alergia o una intolerancia?
Cualquier punto de partida racional para dilucidar esta cuestión ha
de surgir de una sospecha racional vinculada a nuestro profesional
sanitario de referencia (en principio el médico de cabecera y en segunda
instancia el profesional médico especializado en estas cuestiones, el
alergólogo):
- Si ellos sospechan que puede haber
una alergia, establecerán las pruebas de diagnóstico validadas para el
estudio de las reacciones alérgicas a los alimentos, principalmente
pruebas cutáneas, pruebas de determinación de IgE específica y pruebas
de exposición debidamente supervisadas y controladas.
- Si por el contrario y en el caso que nos
ocupa, los profesionales sospechan de una intolerancia alimentaria, las
pruebas diagnósticas con evidencia clínica que establecerán
son diversas: técnicas por imagen, incluyendo la endoscopia; pruebas
histológicas, biopsias (más frecuentemente del epitelio
intestinal) evaluación de heces y/o del aire espirado (para determinar
la presencia de hidrógeno, fruto de un componente no digerido y
degradado por la flora bacteriana); y pruebas genéticas específicas. Un
ejemplo clásico de estas pruebas específicas serían “la prueba del talón”
que se práctica de forma protocolaria a todos los recién nacidos para
conocer si presentan fenilcetonuria (una intolerancia de carácter
enzimático, y trasfondo genético, por la cual las personas que la
padecen no pueden procesar un aminoácido llamado fenilalanina y que está
presente de forma habitual en las proteínas de muchos alimentos). Otro
ejemplo más sería la determinación del hidrógeno espirado para
determinar la mal digestión de un nutriente concreto, ampliamente
utilizado para la determinación de la intolerancia a la lactosa. Y así siempre: una sospecha de ser intolerante a algo = una prueba diagnóstica concreta para esa intolerancia.
Siendo como es, lo que tiene que quedar claro en cualquiera de los casos es que en el terreno de las intolerancias
no
existe una única prueba válida que de forma masiva (a 50, 200, 300, 600
o más alimentos) determine la supuesta tolerancia o intolerancia de una
persona a múltiples alimentos o componentes de los mismos. Es
decir, las intolerancias a los alimentos se detectan una a una y tras
una sospecha fundada por parte del médico. De forma que los supuestos
test alternativos que a pie de calle alegan detectar intolerancias de
forma masiva y que además ofrecen con su implementación una solución a
múltiples trastornos de salud, son una tomadura de pelo. Un fraude, una
estafa… llámalo como quieras: estás pagando por algo que no tiene el
respaldo de la ciencia y que hace alegaciones de salud muy por encima de
sus posibilidades.
Así lo expresan, sin fisuras, todas las sociedades médicas especializadas en estas cuestiones. Son ejemplo de ello la
European Academy of Allergology and Clinical Immunology (EAACI),
la American Academy of Allergy, Asthma and Immunology (AAAAI), la
British Society for Allergy and Clinical Immunology (BSACI), la
Australasian Society of Clinical Immunology and Allergy (ASCIA),
la Allergy Society of South Africa (ALLSA) y la
Societat Catalana d’Al·lèrgia i Immunologia Clínica.
Todas estas asociaciones médico-sanitarias desaconsejan el uso de este
tipo de test masivos para evaluar las reacciones de alergia o
intolerancia alimentaria. Alegan que estas prácticas no tienen ninguna
función útil ya sea en el diagnóstico de alergias o en el de
intolerancias alimentarias. Al proponerse este tipo de pruebas,
sostienen además, se confunde al público y se pueden pautar dietas
innecesarias y peligrosas.
El nombre del fraude
Muchas son, tristemente, las estrategias comerciales que nos venden
eso de saber nuestras pretendidas intolerancias a multitud de alimentos y
aditivos. Todas más falsas que un billete de 15 euros. Unas son más
antiguas y otras más modernas; unas más “científicas” y otras más
“mágicas” (de verdad que no sabría muy bien como calificarlas); unas más
caras y otras más baratas (en realidad cualquier estafa es cara, ya sea
que te pimplen 50 o 500 euros). Entre tanta, tristemente de nuevo,
variedad se puede hacer una clasificación en orden al “sistema” que
proponen para llegar a la determinación de las supuestas intolerancias.
Solo el azar determinará su acierto. Muy en resumen estos test masivos
de intolerancias se pueden clasificar en:
- Aquellos que piden una muestra de sangre y la mandan analizar (vaya a saber usted dónde) para tirarse el pisto
de ser esta una cosa muy seria o compleja: Son varias, y los nombres
comerciales más conocidos que utilizan este estrategia son: Test A200, Novo by Immogenics, Test Fis, ImuPro300, Yorktest Food Intolerance, aunque el más conocido en nuestro medio sin lugar a dudas y desde hace bastante tiempo es el Test ALCAT® (acrónimo de Antigen Leukocyte Cellular Antibody Test) también dado a conocer en algunos círculos como el Test de Bryan. Les dediqué en su día un post monográfico.
Nada ha cambiado desde entonces. Sus resultados no son reproducibles y
si lo llegan a ser, sus postulados no guardan relación con las
patologías que pretenden prevenir o dicen mejorar.
- Aquellos que requieren también una
muestra de sangre pero que puedes analizar en la intimida de tu casa:
También son varias. En el mundo anglosajón la más conocidas es el HemoCode. Más en nuestro entorno, actualmente está pegando fuerte CSNovotest y su producto de autodiagnóstico que cuenta con un elocuente nombre: Food Detective. También les dediqué otro post enterito. Otro bluf.
- Los que supuestamente detectan las
intolerancias alimentarias mediante procesos “mágicos”: Recurren a
nombres tan rocambolescos como biorresonancia y utilizan justificaciones
tan hilarantes como energías misteriosas que circulan por los
inexistentes meridianos que recorren nuestro cuerpo en base a la
medicina tradicional china o a la concentración de midiclorianos (lo segundo me lo he inventado, lo primero no). A este tipo de test de intolerancias también les dediqué un post monográfico, bueno, en realidad dos. A partir de aquí sobran las palabras.
Qué has de saber, en resumen, sobre los test masivos de intolerancias alimentarias
- Ningún servicio asociado a la sanidad pública
ha implementado hasta la fecha test alguno de este tipo. Y no lo hará.
No es una cuestión de precio o coste. Desde las administraciones
sanitarias se emplean diariamente multitud de recursos mucho más
costosos para el tratamiento y diagnóstico de enfermedades y situaciones
tan importantes como las que se supone estos estos test ayudarían a
tratar. ¿No crees que si fueran válidos no estarían (aunque solo fuera
uno) en la cartera de servicios de la sanidad pública?
- Por esta razón este tipo de test los vas a encontrar siempre como una alternativa, vinculado a algunas farmacias, algunas aseguradoras de salud, algunos centros de salud particulares, incluso algunos gimnasios
y… ¡pásmate, algunas peluquerías! que lo que tiene es la intención de
estafarte unos cuantos euros a partir de tu desesperación utilizando una
parafernalia más o menos convincente. Sus páginas web suelen ser
atractivas, diáfanas, aparentando seriedad, profesionalidad, rodeando el
asunto de una abigarrada iconografía y palabrería científica. Es un
cebo. Para que piques. Para engañarte. Para cazarte.
- Los resultados de estos test no son reproducibles. En el caso de los
test “mágicos” (el último ítem de los anteriormente mencionados) lo de
los resultados reproducibles es un poco como la casa de tócame-Roque.
En el resto, es posible que sus resultados sí que se puedan repetir.
Ahora bien, las conclusiones y recomendaciones que de ellos se extraen
nada tienen que ver con lo que la ciencia médica tiene reconocido, y por
tanto tienen la misma utilidad que untarse las orejas con vino,
expresión clásica que mi abuela utilizaba sabiamente para representar
el nulo efecto de emprender acciones que nada tenían que ver con el
origen o solución de un problema.
- Si crees que sufres de alguna intolerancia (o alergia) de origen
alimentario, ponte en manos de un profesional sanitario competente.
Profesionales sanitarios los hay muchos, como en cualquier otro gremio.
Busca los buenos. Aquellos que tengan un respaldo no por su fama, sino
en la ciencia. Estos solo querrán ayudarte. El resto solo tu dinero mientras aparentan querer ayudarte.