miércoles, 18 de diciembre de 2013
Dolor crónico, incapacidad invisible…
Hay varios tipos de dolor crónico y ninguno de ellos es mejor o peor que otro. Hablamos de crónico cuando persiste más de tres meses o un mes después de la resolución de una lesión.
Las personas que hemos de vivir con él sabemos lo difícil que es y lo incomprendidos que nos sentimos en muchos casos por la sociedad en general.
El otro día un amigo me comentó que a pesar de tener una discapacidad importante, viajando en autobús, una mujer embarazada le hizo levantarse de los asientos especiales porque aparentemente está “sano”, ¿qué se debe hacer en estos casos? Llevar el carnet de discapacidad en la boca…? Por eso quiero hablar del dolor y de los tipos que hay, para ayudar a entender mejor a quien los sufre.
El dolor es una sensación más o menos intensa, sensorial, emocional y desagradable, va asociado generalmente a un daño orgánico o funcional. Es siempre subjetivo, no cuantificable, lo que dificulta mucho el poder diagnosticar la causa para poderlo tratar, además de facilitar el que en muchas ocasiones no se crea a la persona que lo padece.
En la percepción del dolor influyen factores culturales, psicológicos, la actitud y las creencias de cada persona ante él, entre otras cosas.
Muchas veces el dolor crónico va acompañado de otra sintomatología, por ejemplo: pérdida de apetito, depresión, disminución de la libido, etc.
Tipos de dolor:
Nociceptivo: Está producido por un estímulo mecánico, térmico o químico. A su vez puede ser:
• Somático cuando afecta a la piel, tejido subcutáneo y conectivo, músculos, huesos, cápsulas articulares y membranas (peritoneal, pleural, pericárdica). Es de tipo sordo, fijo y continuo y generalmente bien localizado.
• Visceral cuando afecta a órganos, vísceras y al tejido que los rodea. Es intermitente, opresivo, profundo y mal localizado, incluso puede referirse a distancia del órgano afectado.
Neuropático: Está relacionado con daño o disfunción a nivel de las fibras nerviosas centrales o periféricas, producido bien por lesión o bien por enfermedad de dicho sistema nervioso (que no tiene nada que ver con la ansiedad o el estrés). Es difícil de describir (quemazón, pesadez, corriente eléctrica, hormigueo…) y se acompaña siempre de alteraciones sensitivas: alodinia (dolor frente a estímulos que normalmente no lo desencadenan), hipoestesia o hiperestesia (disminución/aumento de la sensibilidad en respuesta a un estímulo que normalmente es doloroso). También va acompañado de alteraciones neurovegetativas tipo sudoración, alteraciones motoras, etc. Es un dolor que puede persistir aún cuando la causa que lo provocó haya desaparecido, (por ejemplo el dolor fantasma (dolor en una parte del cuerpo que ha sido amputada).
Psicofisiológico: Cuando no se puede identificar un mecanismo nociceptivo o neuropático. Es un dolor consecuencia de la interacción de fenómenos psicológicos y fisiológicos (no hay daño estructural). Se trata de un diagnóstico por exclusión y tiene el problema de que puede ser usado como un auténtico “cajón de sastre” para patologías desconocidas.
Mixto o multifactorial: Cuando combina características de varios de los tipos anteriores.
Todos los que padecemos dolor sabemos que puede generar problemas psicológicos, sobre todo cuando es constante y no remite, cuando interrumpe el descanso nocturno, cuando limita casi toda nuestra actividad personal social o laboral, cuando…cuando…
¿Y de qué sirve saber todo esto sobre el dolor cuando somos nosotros los que lo sentimos? Pues de nada…, pero a lo mejor puede ayudar a otras personas a saber que el dolor crónico incapacita a quién lo padece, aunque sea invisible a los ojos de los demás.
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