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La disfagia tiene consecuencias graves, algunas inmediatas como las
neumonías por aspiración que pueden llevar a la muerte, y otras más a
largo plazo como es el hecho de poner una sonda para comer; a más a más
si nos situamos con una persona que se la arranca (ya sea por deterioro
cognitivo o porque no desea vivir así o ambas) suele ocurrir que nos
encontramos a la persona con sonda nasogástrica, sujeciones de manos y
tórax para que no se la arranque y además inmovilizado en una cama. Por
ello me voy a dedicar mucho a este tema por que creo que hay mucho que
decir. Hoy nos acercaremos al significado de la disfagia, factores de
riesgo y estrategias de manejo.
La deglución normal supone una coordinación de un grupo de
estructuras situadas en la cabeza, cuello y tórax; e implica la apertura
o cierre de los esfínteres para llevar el bolo alimenticio de la boca
al esófago. La deglución tiene 2 características:
- Eficacia de la deglución: ingerir el agua y calorías necesarias
- Seguridad de la deglución: ingerir sin que se produzcan complicaciones respiratorias.
La disfagia se define de varias maneras:
- Síntoma subjetivo de dificultad par atragar
- Síntoma de dificultad para tragar por causa funcional o alteración orgánica
- Síndrome geriátrico de dificultad para tragar con seguridad
Existen 2 tipos diferenciados de disfagia:
- Disfagia orofaríngea: alteraciones en la deglución desde la
boca hasta el esfínter esofágico superior (EES), suponen el 80% de las
disfagias.
- Disfagia esofágica: alteraciones en la deglución desde el EES hasta el cardias, suponen el 20% de las disfagias.
Esta clasificación es según la anatomía afectada pero muchas veces
hablamos de disfagia neurógena, que es la producida por una alteración
en las estructuras neurales que controlan los mecanismos de la
deglución.
En la enfermedades neurodegenerativas las cifras de prevalencia de
disfagia orofaríngea son muy altas: 100% en ELA bulbares y 60% en el
resto de sus formas; del 35 al 45% de las personas con Parkinson (aunque
muchos no lo saben); 84% de las personas con Alzheimer y más del 60% de
las personas que residen en instituciones o ancianos. Apróximadamente
el 30% de los pacientes con ACV (accidente cerebrovascular) y entre 25
-60 % de las personas que tienen un TCE (traumatismo creneoencefálico).
Por lo que podemos decir que los factores de riesgo para tener
disfagia son: enfermedades neurodegenerativas (demencia, parkinson),
ACV, TCE, ser mayor de 65 años, estar institucionalizado. También
predispone el hecho de tomar ciertos fármacos: benzodiacepinas,
neurolépticos, antidepresivos, anticolinérgicos (por lo tanto tener baja
la consciencia); disminución de la secreción salivar (xerostomía), mala
dentición o mal ajuste de la prótesis dental y disminución de la
musculatura mandibular.
¿Qué síntomas nos ayudan a identificar este problema?
Cuando se alarga mucho el tiempo de la comida, cuando la persona
mastica mucho rato la comida en la boca incluso traga 2 veces por
cucharada, cuando hay tos durante la comida, cuando se sale la saliva o
la comida por las comisuras labiales, si hay regurgitación nasal. Muchas
veces nos cuentan que una persona ha perdido el apetito y es que tiene
malas experiencias al tragar, o evita ciertos alimentos o evita tomar
agua. Está claro que cuando ocurren pequeños atragantamientos, cuando la
persona nos cuenta que le cuesta tragar NO lo podemos ignorar!
¿Qué podemos hacer en casa?
Una buena higiene bucal y mantenerla siempre hidratada.
A la hora de comer la persona debe estar bien despierta y en una
postura de sentado, el tronco bien incorporado (sólo esta medida evita
muchas aspiraciones).
Manejo de las texturas de la comida.
Ejercicios de refuerzo para la musculatura de la mandíbula y boca.
Seguiré escribiendo sobre este tema, y hablaré de manera detallada de
las complicaciones de la disfagia y de las estrategias para manejarla,
porque al final no sólo es importante la nutrición sino el placer de
comer por la boca, de comer algo que nos gusta aunque sea pasado a puré.
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